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Guerra contra las Drogas (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

¡Las drogas, al
servicio de la
libertad de
los pueblos!…

Washington suministró a muchos sus propias
semillas de marihuana para
que las cultivaran. Uno de los compatriotas distinguidos que
respondió a este llamado fue un tal Robert "King" Carter,
antepasado directo del futuro Presidente Jimmy Carter, quien
supliera la mayor parte de la fibra del cañamón
empleada para uniformar las legiones del primer Presidente.
Irónicamente, cuando los americanos se graduaron de
marihuana para vestirse, a marihuana para intoxicarse, le
tocó al gobierno del
Presidente Carter ordenar la destrucción masiva de las
plantas
silvestres, descendientes patrióticas de las que
Washington comisionara.

¡Los giros y
las vueltas del destino!

Pero Washington, el prócer que no mentía;
y que, como narra la leyenda, lanzara un dólar a la orilla
opuesta del Río Potomac (hazaña, física e
históricamente imposible); además del cultivo del
tabaco y de la
marihuana, elaboraba su propia cerveza y,
destilando su propio güisqui, emprendió el arte
político de la mezcla del alcohol y los
votos — costumbre de mucho arraigue futuro. Tradición
política,
que a su vez tuviera su origen en Inglaterra, donde
floreciera por tiempo
inmemorial.

En 1758 para lograr una victoria electoral en la Casa de
Burgueses en Virginia, Washington distribuyó 144 galones
de ron, ponche, güisqui, vino, sidra y cerveza. Su victoria
constituyó de unos 307 votos recibidos, al costo de 2 votos
por galón de espíritus.

Una vez ganada la elección, y con la pureza de
carácter distintiva y disposición
honesta de todo buen político; el oficial público
recién votado, declaró que las bebidas
alcohólicas eran: "…la causa de la ruina de
más de la mitad de los trabajadores de nuestro
país…"

Así se
paga…

John Adams, su sucesor inmediato, hacía uso de
toda oportunidad ofrecida, para asaltar en peroratas
hipócritas, el uso del licor. Porque, de modo furtivo y
discreto, Adams consumía con el desayuno de todos los
días, un barrilito de sidra concentrada; mientras que
también disfrutaba del placer de fumar un buen puro —
hábito, que quisiera, y que no pudo abandonar. De modo
característico, y por la duración de su vida, Adams
consumía "cantidades enormes de vino de Madeira", como lo
atestara uno de sus biógrafos.

Pero, como este vino se rumoreaba que engordaba; de modo
sensato, nuestro ilustre presidente también se atiborraba
con una variedad de otros vinos y cervezas importadas — Se
puede afirmar, que a pesar de no afectarle lo mucho que bebiera,
que Adams sí que estaba consciente de su perímetro
ventral…

Ebrio
sí… gordo, no…

Jefferson aristócrata sureño,
segregacionista y WASP presuntuoso, fue extravagante en su
forma de hipocresía, especialmente hacia la mezcolanza
racial; ya que furtivamente prohijó descendientes de
negros. De manera consistente con el espíritu del
período, éste demostró una afición
por los vinos franceses y las esclavas. En su mansión de
Monticello, el Presidente mantuvo una amplia bodega para
almacenar los vinos que servía en sus cócteles. Las
esclavas las ponía en otros sitios discretos. En las
ocasiones festivas, el insigne patricio se jactaba de tolerar
más licor que todos sus invitados puestos juntos. Nuestro
héroe consumía tres o cuatro veces más vino
que nadie, mientras ignoraba las censuras de sus críticos,
quienes afirmaban que Jefferson vivió medio borracho toda
su vida.

C’est la
vie…

Por razones oscuras, otros políticos, personas de
moderación característica, de integridad
incuestionable y de probidad inmaculada, muy pronto
adoptarían los cócteles Jeffersonianos y
tratarían de emular sus proezas embebedoras y libidinosas;
mientras que a la vez se dedicarían devotamente, a hacer
sus propias contribuciones genéticas, por medio del uso de
esclavas, a la propagación del mestizaje.

Pero, a pesar de la devoción que Jefferson
profesaba por los espíritus del alcohol, nunca
desperdició oportunidad ofrecida, para condenar
acerbamente el consumo del
mismo por sus compatriotas.

"Haz lo que digo, y no, lo que yo hago" nos decía
nuestro párroco en la Iglesia Mayor
de Santiago.

Pero, hay que darle crédito. Jefferson cultivaba y
vendía el tabaco. El cual no fumaba. Mientras que
decía haber preferido ver la transformación de las
plantaciones de tabaco en sembrados de trigo.

Lo que Jefferson no captara, en su razonamiento
idealista, es que el trigo no se mide con las drogas en sus
efectos psicológicos. Por esa razón la gente
prefiere su aguardiente a un pedazo de pan.

James Madison (anoréxico sospechado) el
presidente más flaco y más pequeño que ha
ocupado la Casa Blanca, fumaba e inhalaba asiduamente la hoja
solanácea en compañía de su esposa.
Aquí es preciso indicar, que fumar es subterfugio popular
entre las pacientes anoréxicas, quienes lo hacen para
aplacar el hambre severa que, a menudo, las atormenta.

James Madison

La saga de los presidentes norteamericanos
continúa. James Monroe (famoso por la Doctrina que lleva
su nombre) fue el primer bebedor contumaz que ocupara la
mansión presidencial. Mientras que su sucesor, John Quincy
Adams, fumador inveterado, concedería con
filosófica resignación, que "en América
el tabaco enriquece a los ricos y el alcohol compra los
votos."

Muchos presidentes futuros continuarían
cultivando sin reservas, las tradiciones laxas que caracterizaran
a numerosos de los ocupantes de la Casa Blanca. Andrew Jackson
mantuvo el cigarro encendido y el licor manando durante los
años de su gobierno — aún su esposa fumaba la
pipa.

William Henry Harrison. Primero entre los presidentes
que murieran en su cargo. Bebía tanto y profesaba tanto
apego a su güisqui venerado, que usó la imagen de un
barril de cerveza, como emblema de su campaña.

Con la ruta ya trazada y los precedentes establecidos,
no pasaría mucho tiempo antes de que el primer presidente
alcohólico asumiera el poder. Este
fue el singularmente bien parecido, Franklin Pierce, posiblemente
víctima del síndrome de Tourette; cuyo gobierno
comenzara en el 1853. Públicamente, este hijo de un padre
indiferente y de madre alcohólica, rechazaba el licor y lo
condenaba; pero, atormentado por tragedias personales y por la de
vivir un matrimonio
infeliz, Pierce se apartaba de sus deberes presidenciales para
embriagarse hasta el olvido. Sus desatinos frecuentes se los
achacaban a sus borracheras. Al final de su vida desventurada,
Pierce sucumbió a la cirrosis del hígado, en medio
de un coma hepático — complicaciones típicas del
abuso del alcohol.

Antes de su muerte, y con
la Guerra Civil
aproximándose, Pierce solía afligirse de este modo:
"¿Qué otra cosa puede hacer el próximo
presidente, si no es beber…?"

Y beber,
fue…

Proféticamente, su sucesor James Buchanan, se
destacó como beodo, entusiasta y consagrado. Su manera fue
especial en que, cuando bebía, lo hacía hasta que
no pudiera permanecer de pie sin asistencia.

Buchanan, como los perros dachshund,
vivió su vida muy cerca del suelo.

Este presidente, en su gestión, demostró los peligros
inseparables que resultan, cuando hombres de gran talento y
amplia experiencia, no poseen la flexibilidad para tolerar las
demandas de su oficina. Para su
partido, los Demócratas, su legado final fue la
división fatal que les causara.

Un paréntesis es necesario para hablar
aquí, de una deficiencia que en grupos orientales
existe, interfiriendo con el metabolismo
del alcohol. La enzima hepática conocida como la
deshidrogenasa alcohólica forma parte esencial en la
cadena de eventos que
culmina en la desintoxicación final de todo alcohol
ingerido.

Esta enzima y otra relacionada (la deshidrogenasa
aldehído) están, o reducidas, o totalmente
ausentes, en algunos orientales, a quienes la ingestión
del alcohol causa miserias infinitas. "Por eso son tan cortos,
para que cuando beban y se caigan, no se den muy duro",
decía un marinero borracho…

Abraham Lincoln, tuvo la experiencia, durante la
niñez, de ser testigo de la muerte
extemporánea de su madre quien fuera víctima de
intoxicación con la datura. Por esa razón evidente,
su consumo de alcohol siempre fue moderado. Sin embargo, en
otros; Lincoln condonaba el uso de la bebida. Cuando un Grupo del
Comité de la Abstinencia exigiera la dimisión del
General Grant por beber demasiado; Lincoln, muy sabedor y
satisfecho de las proezas legendarias de Grant en el campo de
batalla, preguntó a sus visitantes el nombre de la
marca de
güisqui que éste favoreciera — para así
poder enviarles cajas del mismo a todos sus generales, con
órdenes de que lo bebieran…

Lincoln murió en el desempeño de sus funciones,
víctima de la bala del asesino John Wilkes Booth. Este
presidente, con tendencias melancólicas, se
distinguió por su oratoria y por
haber sido el arquitecto de la Abolición de la Esclavitud en su
país — la que no vivió para poder
presenciarla.

Los teatros de hostilidades de la Guerra Civil
produjeron un demonio insospechado. La adicción a la
morfina. La morfina floreció con la introducción de la jeringuilla
hipodérmica en el año 1853 por Charles Gabriel
Pravaz en Francia.
Año, en que el fósforo de seguridad, hizo
al cigarrillo, popular.

Otras drogas comenzaban a aparecer en América en
los años que siguieran la Guerra Civil. Cocaína
pura fue recomendada y usada por William Hammond, Lincoln
Cirujano General del Ejército, el uso de la marihuana fue
adoptado y el éter hizo su entrada en la escena para
utilizarse como anestésico y como droga
recreativa.

El alcohol y su abuso pronto se establecieron como
pasatiempo nacional. El Presidente Andrew Johnson, desconocedor
manifiesto del significado de la palabra "sobriedad", en una
ocasión pronunció un discurso
abogando la abstinencia del licor, siendo imposible que se le
entendiera — tan borracho estaba. Terminó la velada
retirándose, ostensiblemente deleitado por su oratoria,
pero no lo hizo, sin antes consumir una botella de su
güisqui predilecto para poder conciliar el sueño de
los justos. Johnson, precedió a Clinton en el honor
cuestionable de ser sometido a Juicio político por el
Congreso de su país.

Ulysses S. Grant fue el sucesor de Johnson. Si como
soldado, Grant fue un héroe excepcional, como bebedor
Grant fue heroico en proporciones épicas. Pero, Grant
desconocía otra palabra: "moderación". Grant fumaba
800 cigarros mensuales.

Como presidente, el General toleraba la corrupción
que lo rodeaba con indiferencia absoluta. En caso de que la
Justicia
enjuiciara a sus compinches, Grant intervendría, como lo
hiciera en el asunto de Orville E. Babcock, su secretario
personal;
quien, incidentalmente, fue acusado de conspirar en un esquema
para defraudar al gobierno de los impuestos del
licor.

Uno de sus deseos frustrados, fue la idea de anexar la
República Dominicana, para construir bases navales. Idea
que el Congreso de su país no aprobara. Proposición
ésta, que hoy, muchos viajantes de yola, con
destinación a Puerto Rico,
aplaudirían.

En sus días postreros Grant sufrió de
carcinoma de la garganta requiriendo su adicción
iatrogénica a la cocaína y la morfina, en la forma
de la invención médica conocida como el
Cóctel de Brompton.

Como tributo póstumo al General, en la ciudad de
Saint Louis, se puede visitar la renombrada "Grant’s Farm",
paraíso de los niños y
escape del trajín para los adultos. La cabaña que
el general habitara se puede visitar y la propiedad
está abierta para todos, cortesía de la
cervecería más grande del mundo — Anheuser-Busch
—- ¡El vicio al servicio de su pueblo…!

Aunque no haya razón aparente para que así
fuera, la efigie de este Presidente hoy puede verse en el billete
de cincuenta dólares.

Ulysses S(impson) Grant

Rutheford B. Hayes y su esposa Lucy (la primera, Primera
Dama, graduada universitaria) mantuvieron una Casa Blanca libre
de licores y afirmaron su soporte del movimiento de
la abstinencia total. Esta actitud le
ganó a las fiestas de Lucy el remoquete desdeñoso
de: "Las limonadas de Lucy."

El Presidente Chester Arthur, sucesor por asesinato a su
predecesor; restauró, con fervor inusitado, la costumbre
de beber en la Casa Blanca, la que remodelara para introducir una
cava atiborrada de vinos. Pronto Tiffany, su esposa, y el nuevo
Presidente eran huéspedes célebres de banquetes
opíparos; repletos de manjares epicúreos, vinos
importados, postres dulcísimos y de cordiales. Arthur, sin
dilación alguna, engordó hasta llegar a la obesidad;
padeciendo de indigestión crónica, de los
cálculos biliares y de la nefritis. La miseria constante
en que viviera le impedía dormir, dependiendo en el
suministro de narcóticos, recetados por sus
médicos, los que necesitaría hasta el día de
su muerte.

El Presidente Grover Cleveland, hombre
controversial, líder
de méritos insustanciales, y que a 250 libras fuera, hasta
la llegada de Taft, el presidente más gordo que ocupara la
Casa Blanca; hizo hábito de mezclar la violencia
conyugal con el alcohol — bebía y le daba golpes a su
mujer.

Frances Cleveland

William McKinley, se juramentó como el
vigésimo quinto de los presidentes. Su uso del tabaco y su
pasión por los vinos se popularizaron en muy poco tiempo.
Bebió y fumó hasta el mismo día que cayera
víctima del disparo del anarquista Leon Czolgosz.
Aún en su lecho de muerte, McKinley suspiraba por sus
cigarros y su vino.

McKinley fue sucedido por Theodore Roosevelt, el
presidente más joven que su país tuviera. Un
abstemio consumado, pero, a la vez, adicto empedernido a la
cafeína. Roosevelt impulsó la causa
de la sobriedad, mientras que endosara el café de
Maxwell House, introduciendo el slogan: "Bueno hasta la
última gota."

En sus relaciones con la República Dominicana. El
21 de enero del año 1905, cuando nuestro endeudado
país dejó de cumplir pagos en la deuda
contraída con gobiernos europeos, Roosevelt tomó
control de las
aduanas.

El récord de la gordura presidencial
norteamericana queda en la persona de
William H. Taft. Cuyo único logro y distinción
especial, fue la de pesar más de 350 libras y la de
requerir que se instalara una bañera enorme en la Casa
Blanca para acomodar su corpulencia física. La
bañera famosa, medía 7 pies de largo, por cuatro de
ancho — la que acomodaba con facilidad los tres trabajadores
que la instalaran — unos beben, otros comen — ambos pueden
ser vicios…

William H. Taft

El uso de narcóticos no era extraño en
este período de la historia, ya que los
farmacéuticos dispensaban, sin receta alguna, una mezcla
de alcohol, cannabis, cocaína, morfina, azúcar
y opio en una cornucopia de placeres para quienes la
consumían.

Con la cocaína sumada, las nuevas bebidas de
cocaína y cafeína (Coca-Cola),
estaban conquistando el mercado con su
mezcla estimulante saturada de azúcar. La Coca-Cola no
removió la cocaína de sus bebidas hasta el
año 1903. Pero, retendría dos componentes en su
manufactura:
el agua y el
azúcar… de entre estas dos, el agua es la
inocua…

Pero no importa, porque ya, esta mezcla extraña
de azúcar con agua, había conquistado el mundo de
los nuevos adictos — el de los enviciados con los
refrescos.

Durante todo este período, los legisladores y los
presidentes, continuarían sus bebederas
subrepticias.

Finalmente la Décima Octava Enmienda de la
Constitución (La Prohibición)
pasó en el año 1917 y se implementó en el
1920.

A pesar de la Ley, el
Presidente Warren Harding bebía y fumaba habitualmente, a
puertas cerradas, en la Casa Blanca.

La presidencia de Harding le ha garantizado un lugar
seguro en la
lista de los Peores Presidentes de los Estados Unidos.
De exiguos talentos e inteligencia
limitada, carente de cualidades de liderazgo,
sumido en el lodo de la corrupción que lo rodeaba, incluyendo la
encarcelación de uno de los miembros de gabinete, Harding
murió repentinamente, dejando un hijo ilegítimo en
su estela.

El Presidente Calvin Coolidge prefirió fumar
sobre el uso del alcohol. El peso de la presidencia se ilustra en
la siguiente anécdota. Durante el desayuno, Coolidge
sirvió café con leche en el
platillo de su taza. Lo que debidamente sus invitados imitaran,
luego, con una sonrisa, bajó su mano y le ofreció
el brebaje al Primer Gato.

De Coolidge se dice, que fue el primero de los
presidentes que durmiera por la duración de su gobierno
— tan poca cosa lograra. Su única gloria fue haber
nacido el 4 de julio. Tres otros presidentes han muerto en el
mismo día.

Sus críticos dicen, que aún eso lo hizo de
atrás para alante…

Pero, la Prohibición nunca fue efectiva, porque
el ser humano con sus módulos natos arriesga la vida
cuando se trata del asunto de alterar la mente.

No olvidemos ese
detalle…

En 1933, el año en que Franklin Delano Roosevelt
fuera juramentado para comenzar su primer término, la
Enmienda Número Veintiuno de la Constitución
pasó, abrogando La Prohibición.

Sus cuatro gestiones serían confrontadas con
problemas de
índoles mayores muchas de éstas, relacionadas con
las drogas. Su ambición por un tercer término en la
presidencia fue mantenida secreta hasta el momento oportuno. El
Enmiendo Número Vigésimo Segundo de la
Constitución, pasado después que muriera,
limitó de nuevo la reelección a dos
períodos.

La prohibición del alcohol había
estimulado el aumento en el consumo de la marihuana, el tabaco y
el mercado negro de otras drogas.

La marihuana llegaba proveniente de México y
de Cuba en
cantidades enormes.

Roosevelt, fumador de 80 cigarrillos diarios, era
asimismo, amante del alcohol y de las mujeres. Su tercera droga
favorita, el tabaco, participó en el financiamiento
de la Segunda Guerra
Mundial.

Como en esa época la prensa comenzara
el escrutinio de la vida de los presidentes con creciente
interés, los futuros primeros magistrados
se tornarían más discretos en sus hábitos de
consumo. Los que nunca totalmente renunciarían.

John Fitzgerald Kennedy fue famoso por su cigarro, sus
mujeres, sus conexiones con la mafia, el uso de las anfetaminas y
de la marihuana. También se dice que disfrutara del uso de
una mecedora dominicana, regalo de Trujillo…
¿Quién sabe?

JFK

Nixon, Reagan y Bush I, mantuvieron una relación
cordial con los suplidores de tabaco y de alcohol, aunque ninguno
fumara. Mientras que Jimmy Carter sufría de las
desvergüenzas causadas por las bebentinas del Primer
Hermano, Billy. Gerald Ford tuvo a su Betty, mientras que Dukakis
(de haber ascendido al solio de su país) hubiera tenido su
"Betty" en la persona de su consorte Kitty, adicta a los
estimulantes.

Aún quedan Clinton (apodado el Genio de la
Veracidad) por sus relaciones especiales con el uso de la mentira
y por su adicción a las mujeres — a las que confundiera,
en ocasión con los cigarros, y Bush II con hijas, sobrinas
y aún él mismo, aficionados, a veces, al uso de las
"sustancias" — eufemismo por "drogas."

Ahí tienen ustedes, algunos de los presidentes
insignes, del país responsable por financiar y librar, las
batallas pírricas para triunfar en la Guerra (imposible)
contra las Drogas.

¿Pero qué hacer para combatir el uso de
las drogas? Obviamente, hay que hacer algo nuevo, ya que todo lo
hecho no ha dado resultados.

Primero, aprendamos las lecciones de la historia. El
Cuarto Instinto hace del uso de las drogas algo que es inevitable
— no importa lo que quien sea nos amoneste.

Hay drogas que son legalizadas de maneras ventajosas,
pero cuyo consumo es peor que el de las ilegales. La marihuana,
por ejemplo, onza por onza es menos peligrosa que el tabaco y el
alcohol combinados. Y la que, coincidiendo con este
artículo, ha sido autorizada para su venta en
farmacias canadienses. Legalización ésta que se
efectuara contra las objeciones de ese dechado de virtudes que es
Bush II — el ingeniero controversial de la guerra en Irak.

En el Arte de la
Guerra, para vencer al enemigo hay que reconocerlo primero y
ubicarlo después. Las drogas si se regularan, como se
controlan la cerveza, el alcohol y el tabaco, se volverían
accesibles a su inspección y distribución directa, negándoles el
mercado negro del que siempre disfrutaran. El gobierno se
beneficiaría en la forma de impuestos para proveer
la
educación, eliminando a su vez, ese anodino de la
niñez: el desayuno escolar dominicano.

Habrá que rediseñar la definición
que empleamos, asignando asimismo, el lugar apropiado a otras
drogas que se suponen ser inocuas: Éstas son el
azúcar, los fast foods, los esteroides anabólicos y
las comidas viciadas que a todos engordan.

Hacer de combatir la obesidad, con el abuso de todas las
drogas… otra prioridad nacional.

En fin, reconocer la importancia del Cuarto Instinto y
de sus consecuencias finales — cuya existencia ha contribuido
enormemente a las fortunas de tantos ciudadanos
ejemplares… y a la miseria de todos.

Una adicción
precoz: la adicción pueril a la lactosa

La adicción a la lactosa, aquí nos sirve
como ejemplo de un modelo de
vicio insospechado en la niñez.

El caso de Daniel, visitado de nuevo.

A Daniel lo conocemos bajo otra guisa en la
sección de La Salud.

De diez años de edad, Daniel además de
tener trastornos del aprendizaje, del
desenvolvimiento social y del habla; Daniel comía sin
parar.

Sus padres le permitieron la indulgencia en la comida
desde que fuera un bebé, ya que, culturalmente, en este
país, la gordura en los niños se confunde con ser
saludables.

Todos lo conocían como retardado, porque sus
comportamientos y sus actividades escolares eran inapropiadas e
inmaduras.

No podía jugar pelota, no tenía amigos, no
había aprendido a montar una bicicleta y su coordinación era pobre.

Sus dificultades más debilitantes eran en las
áreas más importantes: la social y la del
habla.

El diagnóstico: Síndrome de Asperger se
aplicó y con éste se inició su
terapia.

Daniel hizo mucho progreso.

Pero, Daniel, tenía una afinidad pertinaz por el
sabor de los dulces: Su harina de negrito, la mezclaba con huevos
y guineos, descubrió, con deleite, la venta
engañosa de un jugo de naranjas local, que a pesar de
decir en la etiqueta que no contenía azúcar; la
tuviera. Lo bebió con avidez entusiástica, hasta
que reconociera lo del empaque
engañoso. Persistentemente recurría a cualquier
subterfugio para lograr manjares de sabor dulce — prefiriendo
la sopa de auyamas. La que consumiera asiduamente.

Los sabores intensos, como de modo característico
sucede a los adictos, le fascinaban. Ponía sal en su
comida, hasta, a menudo, dañarla.

Un día descubrió, en la despensa, una lata
de leche en polvo, la que mezclara usando seis onzas de
leche por cada dos onzas de agua. El resultado: lactosa
concentrada.

Así fue que Daniel confrontara los efectos y los
orígenes de su adicción al
azúcar…

Porque el sabor delicadamente dulce de la lactosa
contenida en la leche materna, produce la descarga de serotonina
en el cerebro del
niño con beneficios bien establecidos.

Otras drogas hacen lo
mismo.

Sin embargo, la dulzura exagerada de los postres, dulces
y golosinas que les ofrecemos, y que nuestros hijos
habitúan, son innecesarias y además de eso envician
y engordan.

Como enseñáramos en una previa
lección, la adicción a las drogas, es un asunto de
la intensidad de su efecto. La lactosa concentrada es un
isómero del azúcar. Concentrándola
más, tendríamos los mecanismos de acción
de la cocaína, o de la morfina…

Fernando Botero

Fin de la
lección.

El Buzón
Universitario

La Pornografía, Otra Droga, y los Trastornos
del Comer

Cuando se ensaya en la mente, una función
vital, el cuerpo responde con un deseo que urge a procurar su
satisfacción inmediata.

Si se abre una revista en
cuyas páginas se presentan manjares ricamente presentados,
seguidos de recetas, provistas ampliamente de azúcares,
chocolate, vainilla, caramelos o, en el caso de otros platos; de
las grasas, las
harinas procesadas, de los huevos en abundancia y de los
condimentos profusos; nuestra reacción inmediata es la del
deseo de comer, sino precisamente la comida que nos ha
estimulado, entonces algo parecido, similar… o simplemente
comer algo… Para así provocar la descarga de serotonina
y de endorfinas cerebrales. Ésta es técnica
favorita del mercadeo, la de
incitar nuestros apetitos primordiales y la de excitar nuestros
módulos natos.

Vicio…

Nuestra instintiva reacción, es
característicamente la de un capricho o un antojo por una
sustancia estimulante, ya que el acto del comer no se iniciara en
respuesta al imperativo biológico del hambre. El hambre
siendo simplemente, la necesidad de obtener alimentos para
alimentarnos y vivir.

Tradicionalmente, los seres humanos, hemos sido
entrenados a desear las comidas que son sabrosas — porque se
comportan como drogas. En turno, nosotros pasamos la costumbre de
la mesa familiar a nuestros hijos a quienes los introducimos
tempranamente a comer, por el gusto de comer.

En la vecindad del centro del hambre, muy bien protegido
por su topografía profunda en el cerebro, se
encuentra el dirigente que gobierna la función
reproductora y sexual del ser humano. Es éste el centro
que controla el estro en algunos animales y que
funciona de modo peculiar en nuestra especie; ya que el ser
humano puede contarse entre aquellos vertebrados que ejecutan la
función sexual sin fines de reproducción.

El matrimonio gay… sin función
reproductora, tiene su propósito: controla la natalidad y
la sobrepoblación.

Pero bien, la industria
publicitaria no dejó escapar otra oportunidad de
acrecentar sus riquezas con la explotación del apetito
sexual, como hace con otros vicios; ya que usando los mismos
métodos
visuales con que anuncian las cosas apetitosas, nos presentan las
posibilidades de disfrutar, por substitución, lo lascivo;
viendo películas que son celebradas por la conducta
carnalmente explícita de los actores.

Fernando Botero

Lo que estoy tratando de decir, es que a mí me
parece que el responder a un anuncio televisado y comer,
simplemente, porque la comida nos incita, tiene algo en
común con el acto de presenciar un espectáculo
gráfico y descriptivo de la actividad sexual y sentir la
urgencia de imitar lo erótico presenciado.

Así mejor entenderemos la comida, y el placer
voluptuoso que, a veces produce, en su aplicación y uso
como actividad adictiva.

Porque para muchos de mis pacientes, la comida es droga
de consumo —- simplemente, otra
adicción…

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F. Larocca

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